¿Cuánto se gasta en des-educar?

“Para aprender lo adecuado, hay que aprender lo inadecuado” – Cornejo.
Se sabe que el Estado invierte poco dinero en educación. Lo que se traduce en locales pobres, sin equipamientos y con maestros mal pagados. Ni hablar de otras necesidades que la pretensión de calidad en la enseñanza pudieran promover. En contraste, los recursos para DES EDUCAR son innumerables, variados y cuantiosos. Y en des educar incurre el estamento oficial como el privado. Porque se des educa cuando no se castiga lo incorrecto y lo correcto o virtuoso está ausente en los hábitos de autoridades, empresarios y líderes gremiales. Se des educa cuando el derroche del sector público contrasta dolorosamente con las penurias de maestros y alumnos en procura del saber. Y sobre todo, cuando la buena formación que se consiga a pesar de todo, es desdeñada desde el gobierno para privilegiar a correligionarios mediocres y planilleros sinvergüenzas. Se incurre en lo mismo cuando la publicidad alienta el consumo de bebidas, cigarrillos o celulares, mostrando a jóvenes en conductas impropias o explícitamente alzados contra los postulados educativos y las normas de convivencia. Se des educa cuando los programas de TV o radio, promueven el desaforado consumo de lo superfluo y hasta nocivo. Cuando las empresas privadas “comprometidas con la educación” o a título de la “responsabilidad social”, auspician programas en los que los comunicadores utilizan vocablos soeces y expresiones de mal gusto, en el intento de presumir de “transgresores”. Se des educa cuando lo malo es ejemplo y la virtud, una carga inútil.
¿El sistema educativo es ineficiente? Es posible, pero ¿porqué tanta crítica al sistema y tanta indulgencia para el dispendio de dinero y esfuerzo en des educar? ¿A qué se debe tanta queja contra el Estado mientras se acepta que cualquier medio privado se regodee con la grosería, la chabacanería o la impúdica exhibición de mediocridades? Aunque debe reconocerse que en las señales de Internet -de fácil acceso y de peor contenido en muchos casos- aquellos tienen a un poderoso aliado para combatir la educación oficial.
¿Y el entorno familiar? Reportes de agencias internacionales indican que cerca del 50 % de los núcleos familiares en el mundo están constituidos hoy por un adulto y niños menores. Un alto porcentaje de estos solitarios jefes de familia -ella o él- no están con sus hijos en la mayor parte del día. Menos aún, de noche. Estos padres no ignoran sin embargo que su ausencia es cubierta por la TV o las redes sociales. Son características de un universo familiar alejado de valores o de sistemas de relacionamiento que pautaron los nuestros. ¿Fueron mejores aquellos que los actuales? NO, pero las posibilidades de difusión de conductas reñidas con lo que se acepta como respetuosas, son infinitamente mayores en la actualidad mientras el prestigio de la educación -a diferencia de otros tiempos- se despeña en el abismo de las carencias económicas y mentales. Si nos atenemos solamente el papel de los maestros, verificaríamos que los de antes sabían todo lo que sus alumnos ignoraban. Los de hoy, ignoran casi todo lo que sus alumnos saben.
Volviendo a nuestro país y para la eventual mala educación del pasado, contábamos con la prensa, las universidades, los intelectuales. Hoy, estos estamentos no están ajenos a la mediocridad imperante ¿Podrían ignorar acaso que ellos son en alguna medida, partícipes y culpables, de lo que se ha instalado entre nosotros? A más de 120 años atrás, el diario “La Prensa” de Blas Garay, anunciaba su aparición para “… bregar por la mejora de las leyes, el fortalecimiento del Estado, la elevación de la educación, la recuperación del crédito del país…”, entre muchos otros objetivos no menos altruistas. ¿No debería ser lo mismo hoy? Podría … pero es evidente la ausencia de patriotismo y el escaso sentido de la responsabilidad social de los individuos, en comparación con aquellos tiempos. Mientras que la tecnología se consume sin control y el “entrenamiento” suple a la verdadera educación, pululan “centros de formación” para responder a la demanda laboral. De cuya actividad resultan egresados (enseguida convertidos en especialistas o autoridades) con un razonable manejo del instrumental tecnológico para el ejercicio de cualquiera de las profesiones, pero absolutamente discapacitados para el discernimiento, la eficiencia y la acerada práctica de la decencia.
Y todavía nos extrañamos porque tenemos jueces venales, políticos deshonestos con una sociedad que los sufre vegeta -inerme o complacida- en tanto crece la violencia estimulada por una educación general sin presente y, aparentemente, SIN FUTURO.
Por JORGE RUBIANI.

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