La base social del cartismo

El grupo Cartes estudia muy bien la realidad y las circunstancias para operar y no improvisa sus acciones. Siempre pido a los demócratas de nuestro país que no menosprecien a los gerentes por su deficiente nivel cultural, pues constituyen un equipo de primera en términos de información, análisis y planificación.

Una de las cosas que el grupo Cartes estudió profundamente es cuál sería la base de sustentación social de un gobierno de Horacio Cartes y, si las cosas le salen como planearon, de un régimen de Horacio Cartes.

Por base de sustentación social se entiende al conjunto de personas que en razón de su formación, sus intereses y su posición apoyan, por acción u omisión la existencia, el desarrollo y la consolidación de una situación política e institucional determinada.

La base de sustentación social cultivada por el grupo Cartes se está articulando sobre individuos de buena posición económica, y por tanto con influencia social multiplicadora por ser empleadores, que tengan la tendencia de confundir “orden” con “autoridad”, personas a las que Erich Fromm identificó en su “Miedo a la Libertad” (http://amzn.to/2lUtLFD) como aquellas que tienen “un respeto religioso por la autoridad, llegando a admirarla o temerle de tal manera que se someten a ella sin discusión, pero que también buscan obtener una posición dominante para poder explotar a otras personas particularmente a aquellos que considera débiles”.

Estas personas tienen poder económico, pero no tienen gran formación cultural: No logran discernir las diferencias morales entre un régimen autoritario y un régimen democrático, no aprendieron que la cosa pública no es de sus administradores, no alcanzan a comprender que no necesitan someterse para trabajar. Sus construcciones morales no involucran mayormente a la cosa pública.

Estas personas creen firmemente que el Estado puede manejarse como esas empresas privadas sin productividad y sin competitividad en las que confunden eficiencia con eliminar las discusiones para que la voluntad del patrón tenga rápido efecto.

Véase la opinión, expresada en un comentario aparecido en ABC Color con su cuenta de Facebook el 25 de febrero por el empresario Pedro Fadul: “…cuando me dicen que todos son iguales, que los dos colores son bandidos, me habrán escuchado responder muchas veces que no es así, que en todo caso los colorados serían bandidos ´profesionales´ y los liberales vulgares ´caballos locos´. Por lo tanto, una y otra vez, no hago más que ratificar con tristeza mi convicción de que es mucho más fácil, más serio, más responsable, y más útil, acordar con los primeros que con los segundos” (http://bit.ly/2lnsgfp).

Estas personas creen que el gobierno tiene derecho a imponer cadenas informativas a los medios, creen que el gobierno puede usar el Estado para castigar a los que no se someten, creen, en fin, que el presidente de la República no es un empleado del pueblo sino su “jefe”.

Estas personas, en fin, equiparan el concepto “pueblo” con el concepto “empleado”, creen que así como el “empleado” no está preparado para dirigir la empresa, el “pueblo” no está preparado para gobernar: Insisten siempre en que el pueblo no está preparado para la democracia, concepto que no entienden, y, por tanto, que debe existir una tutela patronal sobre la gente.

El grupo Cartes ha venido tratando de instalar la idea de que Horacio Cartes es el garante del tipo de orden social que esas personas llamadas a constituir su base de sustentación social consideran como conveniente.

Para eso, el grupo Cartes está montando un formidable aparato propagandístico, comprando más medios que ningún otro grupo empresarial paraguayo (los medios del grupo Cartes están integrados por los antiguos grupos Wasmosy, Domínguez y Bernardes); está articulando una red de emisoras sometidas a él mediante el pago de recursos públicos que abarcará a la mayoría amplia de medios radiales del interior de la República (http://bit.ly/2mrlGWp) y, finalmente, en los medios de propiedad de personas que forman parte de su base de sustento social, están en vías de eliminar los programas críticos.

En todos esos medios, se presenta a la crítica como odio; los cuestionamientos, incluso los más mínimos, se atribuyen a la “mala onda”; la mera publicación de cifras desfavorables es tratada como “traición antiparaguaya”. Ellos están reconstruyendo la antinomia “buenos paraguayos” que apoyan ciegamente al gobierno frente a “malos paraguayos” que se atreven a cuestionarlo.

Pero lo peor es que en todos esos medios se alienta la idea de que los paraguayos somos empleados que tenemos que obedecer a un jefe iluminado que es el único que puede mejorar nuestra situación; que tenemos que delegar nuestros derechos en ese jefe porque no estamos preparados para ser libres.

El grupo Cartes pretende así sumar, a esos individuos de buena posición económica con influencia social multiplicadora por ser empleadores y que tienen la tendencia de confundir “orden” con “autoridad” que son sus simpatizantes potenciales, a sectores sociales vulnerables a los que desde el gobierno le cambian sus derechos por “gracias” discrecional y condicionalmente concedidas.

Es un proyecto parecido al que tan bien le resultó a Alfredo Stroessner, quien sobre una base de sustentación social construida de modo semejante, pudo permanecer en el poder por treinta y cinco largos años, tal como quiere permanecer Horacio Cartes.

 

 

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