Padre de víctima de policía “gatillo fácil” presenta denuncia ante CIDH

Alberto Medina explicó que había tratado de hablar en incontables ocasiones con el anterior ministro del Interior, Ariel Martínez, y el nuevo, Juan Ernesto Villamayor, de modo a que atiendan su reclamo por el cual el efectivo policial Narciso Cañete, acusado y condenado por disparar a un joven indiscriminadamente en Ciudad del Este, está protegido y, según cuenta, está protegido por importantes personas en el Departamento de Alto Paraná.

Así mismo, afirmó que intento hablar con la Comandancia de la Policía Nacional, sin éxito en ninguno de los casos.

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El hombre ratificó su posición de que, a pesar de que Cañete se encuentre preso cumpliendo una condena de 7 años y 6 meses de cárcel en la Agrupación Especializada, es protegido del excomandante de la Policía Nacional, Críspulo Sotelo, y el gerente de Tabacalera del Este, José Ortiz, exhombre fuerte del gobierno de Horacio Cartes.

Señaló que en enero pasado su hijo fue atacado en su negocio por un conjunto de 15 personas, como objeto de presión y amedrentamiento para que retire la denuncia en contra de Cañete, quien a esa altura ya estaba detenido tras estar cinco años en libertad luego de haber cometido el hecho.

Así mismo, aseveró que incluso desde prisión Cañete continúa “amenazando con que va a acabar con mi familia”, razón por la cual clama por seguridad, pidiendo al mismo tiempo que el suboficial en cuestión sea trasladado a una cárcel común, como la de Tacumbú o Emboscada.

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Este caso se inició en julio de 2012, cuando Anderson Alberto Medina circulaba a bordo de su automóvil sobre la ruta VII “Gaspar Rodríguez de Francia”, momento en que en el kilómetro 10 se encontró con una patrullera que lo persiguió. Según la investigación del Ministerio Público, Cañete abrió fuego contra el rodado y una de las balas impactó en el conductor, quien sufrió graves lesiones en la columna vertebral y quedó en silla de ruedas.

Afortunadamente, y tras decenas de rehabilitaciones, Anderson Medina, ahora de 27 años de edad, volvió a caminar, aunque con motricidad limitada.

“Me jodieron la vida, la salud y la libertad de mi hijo”, lamentó Alberto.

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