El legado del “Boom Vinotinto”: las claves de la campaña histórica de Venezuela en el Mundial Sub 20

En Sudamérica, nunca volverán a ver a Venezuela como la selección débil de la región. Nunca más será un combinado inexperto de bajas expectativas. Se acabó. La Vinotinto alcanzó la madurez. Paradójicamente, en un Mundial juvenil, donde logró un histórico subcampeonato. Ha sido un paso más en su afán por clasificar a una Copa del Mundo de mayores, una de las grandes cuentas pendientes de un país que alcanzó la final en su segunda experiencia en un torneo FIFA tras disputar el Mundial sub-20 de Egipto 2009. Un país que consiguió aislarse de la crisis política, social y económica, para materializar un sueño. Una nación donde el béisbol y el baloncesto ya no son las disciplinas más elegidas de los niños. La generación dorada nacida entre 1997 y 1999 es el fiel reflejo de que ha cambiado el paradigma y Venezuela, tarde o temprano, jugará un Mundial.

La selección de Venezuela Sub 20 de Rafael Dudamel ha deslumbrado al mundo en Corea. Jugó siete partidos, ganó cinco, empató uno (luego ganó por penales) y perdió otro: la final ante Inglaterra. Convirtió 14 goles y solamente recibió tres. Se cargó a rivales de fuerte tradición futbolística como Alemania y Uruguay. En el detrás de escena, hay varios factores que explican cómo se construyó la mayor hazaña del fútbol venezolano. Hechos del pasado y acciones del presente que construyeron a un equipo con potencial para romper con todos sus tabúes.

La profecía del ‘Boom Vinotinto’

La semilla de la madurez se plantó en el segundo semestre del año 2001. En aquella época, la Vinotinto de Richard Páez miraba desde abajo la dura batalla de las selecciones sudamericanas por los boletos para el Mundial de Corea-Japón. Las opciones matemáticas se le habían esfumado rápidamente y aquel conjunto atravesaba el camino a la Copa del Mundo sin trascendencia alguna. Sin embargo, entre agosto y noviembre, Venezuela ganó cuatro partidos seguidos, con victorias históricas ante Uruguay, Chile (en Santiago), Perú y Paraguay. Fue una racha asombrosa, ya que las alegrías deportivas no abundaban en épocas de Eliminatorias mundialistas. En los 34 años previos, la Vinotinto había cosechado solamente tres victorias, por lo que aquella maravillosa sucesión de alegrías fue conocida como el ‘Boom Vinotinto’, ya que despertó el interés de un país indiferente a los sucesos futbolísticos. Con velocidad, el balón desplazó al bate y las porterías a los aros de baloncesto. Y lo más importante: los fracasos, que hasta 2001 no lastimaban en absoluto por el gran nivel de desinterés, empezaron a generar furia y reclamos de reacción en las siguientes Eliminatorias.
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Los dirigentes venezolanos también despertaron. En 2007, el país organizó por primera vez la Copa América, lo que también motivó a un expansión en la cantidad de clubes en la primera división para sacar provecho de la infraestructura que había dejado el torneo continental. A causa de aquel certamen ganado por Brasil, el certamen casi duplicó sus cupos: aumentaron de 10 a 18 participantes. Y, como factor determinante, se impusieron unas reglas fundamentales en el crecimiento de los juveniles: un jugador sub 20 debía estar de manera obligatoria en el terreno de juego y la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) exigiría a los clubes tener categorías formativas. Las instituciones sin equipo Sub 20, Sub 18, Sub 16 y Sub 14 en el plano masculino, no podrían inscribirse en primera, segunda y tercera división. A partir de ese momento, la técnica, la irreverencia y el talento en bruto gestado en el fútbol callejero venezolano, que creció motivado por aquel fenómeno del siglo XXI, encontró un contexto propicio para crecer con profesionalismo en las nueva normativa de la FVF. Los pequeños diamantes encontraron un espacio para entrenar, competir y desarrollarse con más seriedad.

Dos años después, la FIFA hizo sonar por primera vez el himno de Venezuela en un torneo internacional. Con César Farías al mando, la Vinotinto alcanzó los octavos de final de la Copa del Mundo Sub-20 de Egipto 2009, con un equipo que tenía como figuras a Salomón Rondón, Yonathan del Valle y José Manuel Velásquez. Era la primera vez que Venezuela clasificaba a un torneo internacional, con una camada que años más tarde conseguiría un destacado cuarto puesto en la Copa América 2011.

Rafael Dudamel, el director de la orquesta

El ciclo de Richard Páez, que duró hasta 2007, masificó el fútbol en la población y cambió la mentalidad del vestuario, que se atemorizaba automáticamente al enfrentar a Brasil o Argentina. Su sustituto, César Farías, inculcó el orden defensivo que jamás tuvo y que sirvió de cimiento para practicar un fútbol más ofensivo. El salto de calidad lo daría un integrante de aquel histórico equipo que consiguió grandes victorias en las Eliminatorias al Mundial de Corea-Japón 2002: Rafael Dudamel. El ex portero rescató lo mejor de esos dos ciclos y devolvió la esperanza a una selección que se había estancado con la conducción Noel ‘Chita’ Sanvicente, el entrenador más exitoso de la historia a nivel doméstico, quien mostró limitaciones para conducir un grupo de futbolistas de roce internacional.

Dudamel, quien fuera un destacado arquero de las distintas categorías de la selección de Venezuela y tuvo experiencias en clubes extranjeros, se enfocó en que los problemas extradeportivos no condicionen el rendimiento de sus jugadores. Su aventura comenzó en 2012, cuando fue nombrado DT de la sub 17. Logró la clasificación al Mundial de la categoría, celebrado en Emiratos Árabes Unidos en 2013, donde quedó eliminado en la fase de grupos. Tras pasar por el Deportivo Lara regresó a las juveniles el 17 de agosto de 2015, día en que fue presentado como seleccionador de la Vinotinto Sub 20.

El entrenador venezolano Rafael Dudamel dio el salto de calidad con una gran camada de jugadores. / Foto: AFP.

Dos semanas después de su presentación, Dudamel tuvo su primera jornada de trabajo con 33 jugadores en San Felipe. Se realizaron 25 microciclos de trabajo, que fueron intercalados con participaciones en torneos internacionales -jugaron 37 amistosos-, hasta que llegó el debut en el Sudamericano de la categoría, al que arribó también como entrenador de la selección absoluta. En Ecuador, se vieron los primeros chispazos de un equipo electrizante, que con el trabajo acumulado de un año y medio edificó una base sólida para clasificar y competir en el Mundial juvenil.

Principalmente, más allá de las cualidades técnicas individuales y colectivas, demostraron una gran fortaleza a nivel emocional. Los “chamos” están llenos de carácter y espíritu. Desde las paradas del guardameta Wuilker Faríñez hasta la potencia del delantero Ronaldo Peña, pasando por la impronta defensiva de Josua Mejías y Williams Velásquez, el liderazgo del capitán Yangel Herrera -ya fichado por el Manchester City- y el desequilibrio de Jeferson Soteldo, por nombrar algunos de los más destacados. A ellos se les unió Adalberto Peñaranda, jugador con experiencia en la élite europea. Son un bloque sólido en defensa, bien organizado, y tienen un desequilibrio letal en el último tercio del campo. Sufren cuando los presionan alto u hostigan a los jugadores claves y a veces les falta eficacia en el área rival, pero aún así se han convertido en un equipo muy competitivo.

El anhelo es Qatar 2022

En aquel Sudamericano sub-20 sólo perdieron dos encuentros (frente a Brasil y Argentina) y el segundo fue en la última jornada, con la clasificación mundialista en el bolsillo. Y en la Copa del Mundo tuvieron una fase de grupos inmejorable, con puntaje perfecto, 10 goles a favor y la valla invicta. Después superaron a Japón, Estados Unidos y Uruguay para llegar a la definición. Inglaterra le ganó ajustadamente 1-0 sin sobrarle nada. Venezuela jugó un gran partido, mereció más. Pudo empatarlo, pero el portero Woodman le tapó un penal a Peñaranda. Al término del encuentro, con lágrimas en los ojos, Dudamel graficó a la perfección la magnitud de la hazaña de sus jugadores: “El legado que están dejando nuestros futbolistas es de honestidad, transparencia y profesionalismo. Es del amor propio, del jugador que se levanta con el deseo de triunfar, sin mirar a quien le va a hacer daño para lograr sus objetivos. Este es el venezolano que todos queremos. El que vaya hacía adelante y sepa trabajar con sus compañeros de la mano para conseguir triunfos”.
La nueva generación tendrá el gran reto de clasificar a Venezuela al Mundial de Qatar 2022. / Foto: AP.

No fue el final, esto recién comienza. Esta generación llevará a Venezuela a la Copa del Mundo. Es un hecho, está garantizado. Lo único que falta saber es cuándo. Por lo pronto, el Mundial de Qatar 2022 se presenta como el reto más inmediato para una generación venezolana inigualable. Quizás, con vistas hacía el futuro, el gran impedimento es que Venezuela no tiene academias de fútbol que enseñen con la especificidad y atención que podría encontrarse en Holanda o Alemania. De todas formas, los talentos serán captados poco a poco con más frecuencia por clubes europeos y, de forma paulatina, los jóvenes talentos podrán adquirir conocimientos y formarse en escuelas de alto nivel. El desafío de Dudamel consistirá en combinar a las joyas del Sub 20 con jugadores como Salomón Rondón, Tomás Rincón, Josef Martínez, Juanpi Añor, Rómulo Otero, Roberto Rosales, Mikel Villanueva, entre otros venezolanos, quienes ya compiten en ligas de élite. El segundo puesto en el Mundial Sub 20 tiene un valor incalculable. En Venezuela los niños admiran a estas figuras y patean latas en vez de batear chapas de botellas con un palo de escoba. Venezuela alcanzó la madurez futbolística. La Vinotinto se volvió mejor con los años.

 

Por Rodrigo Duben para Infobae.

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