Otros aplacaron el excesivo calor cargando sus respectivos termos de tereré, bebiendo el vital líquido desde las mismas canillas o sencillamente mojándose la cabeza.
Un miniejército de vendedores de todo tipo de envases, desde botellas con calcomanías referentes a la festividad hasta aquellos que tienen forma de la Virgen, comercializaban estos elementos a precios que oscilan entre G. 3.000 y 20.000.
Muchos de los peregrinantes reclamaron una mejor organización, puesto que la gente no respetaba a discapacitados ni adultos mayores a la hora de cargar el agua. Un cartel que exhortaba a la gente a formar fila, era ignorado por completo.
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