Por Xu Danna
El 21 de noviembre, Sanae Takaichi, presidenta del Partido Liberal Democrático (PLD), fue elegida por la Dieta Nacional como la 104.ª primera ministra de Japón, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar dicho cargo. Sin embargo, desde su llegada al poder, su mandato ha sido frágil. Gracias a una llamada alianza de “cooperación extra-gabinete” con el Partido Innovación de Japón, Takaichi ha logrado, por ahora, mantener cierta estabilidad. No obstante, dicho partido no integra el gabinete y, en esencia, sigue siendo una fuerza opositora. Se trata de una alianza sin fundamentos políticos sólidos, incapaz de constituir una verdadera comunidad de destino político, por lo que podría desmoronarse en cualquier momento.
Para empeorar el panorama, la débil base política de Takaichi se ve agravada por el estancamiento económico del país. Desde su elección como presidenta del PLD, los mercados han anticipado que Japón continuará aplicando políticas fiscales y monetarias expansivas. Como consecuencia, el yen se ha depreciado notablemente frente a monedas como el dólar y el euro. En la opinión pública japonesa crece la preocupación de que esta depreciación siga encareciendo las importaciones, dejando al gobierno atrapado en un dilema político.
Según datos del Ministerio del Interior y Comunicaciones de Japón, hasta agosto de este año, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subyacente ha aumentado interanualmente durante 48 meses consecutivos. En los primeros siete meses del año, el crecimiento del IPC superó de forma constante el 3%, alcanzando máximos de varios años. El fuerte aumento de los precios se ha convertido en una de las preocupaciones sociales más apremiantes en todo el espectro político. Durante su campaña, Takaichi prometió duplicar el tamaño de la economía japonesa en diez años, defendiendo una expansión fiscal masiva y la continuidad de la flexibilización monetaria para impulsar el crecimiento. Sin embargo, la deuda pública de Japón ya supera el 250% de su PIB —una de las más altas del mundo—. Si las exportaciones se debilitan, el ya frágil equilibrio fiscal del país podría colapsar por completo.
En los últimos años, los primeros ministros japoneses han sido efímeros: Japón ha tenido cuatro líderes y seis gobiernos en apenas cinco años. Takaichi es la primera dirigente con escaso respaldo político que, inmediatamente después de asumir el cargo, recurre con tanta frecuencia a agitar asuntos internacionales. Ante la presión política y económica interna, en vez de abordar de manera práctica los problemas estructurales de Japón, Takaichi ha optado por “crear turbulencia” en la arena internacional: ha exagerado deliberadamente la cuestión de Taiwán y ha exacerbado sensibilidades regionales. Hace unos días, afirmó que un supuesto ataque chino a Taiwán podría constituir una “situación que amenaza la supervivencia” de Japón, justificando el ejercicio del derecho a la autodefensa colectiva. Al fabricar tensiones externas, parece intentar trasladar el descontento interno por su mala gestión hacia el ámbito de la política exterior, con el fin de ocultar su falta de resultados y su débil control del poder. Desde un punto de vista político, se trata claramente de un intento calculado de “desviar la atención”: estabilizar un gobierno débil por un lado y preparar el terreno para aumentar el gasto militar por el otro.
Sin embargo, esta diplomacia de visión corta, basada en la retórica y desconectada de los intereses del pueblo japonés, no aliviará los problemas fiscales y económicos del país. Al contrario, podría agravarlos. China y Japón son socios económicos fundamentales, con un crecimiento comercial estable entre ambas naciones. Entre enero y septiembre de este año, la inversión japonesa real en China aumentó un 55,5%, mientras que los turistas chinos realizaron 7,49 millones de viajes a Japón. Si las relaciones bilaterales se deterioran debido a provocaciones políticas, tanto el comercio como la inversión se verán inevitablemente afectados, y en última instancia serán la economía japonesa y el bienestar de sus ciudadanos los que pagarán el mayor precio.
