María Edith Bordón celebra fallo de Corte: “El que mal empieza, mal acaba; se hizo justicia divina”

Bordón afirmó que tanto el propio Juan Arrom como su hermana, Cristina Arrom, eran sus cuñados y, sin embargo, dijeron en todo momento en la audiencia de la Corte IDH, realizada en San José de Costa Rica, que no la conocían a ella. “Actuaron con un cinismo increíble”, repudió.

No obstante, dijo que tras aquella audiencia, realizada el 7 de febrero, volvió con mucho optimismo, afirmando que todo había quedado en evidencia.

Recordó que el secuestro “es algo que no le deseo a nadie”, subrayando que hasta hoy día quedan traumas y secuelas psicológicas de lo ocurrido tanto en ella misma como en sus hijos y también su difunto esposo, Antonio Debernardi, sobre quien dijo que “sufrió mucho” durante el secuestro.

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“Yo estaba segura de que me iban a matar, porque estaban cavando un pozo al lado de la habitación en la que yo estaba. Siempre pensé que yo no iba a volver”, expresó. “Soy una persona que tiene mucha fortaleza, por eso pude superar y mirar para adelante luego de esto”, añadió.

Manifestó no tenerles odio a Arrom y Martí por lo que le hicieron, pero aseguró que sí cree en la justicia divina. “El que mal empieza, mal acaba”, expresó. “¿Vos sabés lo que es estar 2 meses y 4 días sin ver la luz?. Son cosas que una no olvida”, expresó la víctima de uno de los secuestros más sonados hasta hoy día y que, de hecho, es considerado como el que “inició la industria del secuestro” en Paraguay.

En ese sentido, recordó que Martí hacía “el papel de guardia malo” y Alcides Oviedo Brítez (hoy preso por secuestro) hacía “el papel de guardia bueno”, mientras que Arrom era el “cerebro” de la banda. “Cuando me llevaron me dijeron que era un secuestro y que iban a pedir dinero por mi rescate”, dijo.

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Bordón ahora espera que Brasil quite el estatus de “refugiados” a Arrom y Martí, de modo a que puedan ser sometidos a la justicia paraguaya.

El testimonio del hijo

Por su parte, Enzo Debernardi, hijo de María Edith Bordón, también expresó estar contento con la decisión de la Corte IDH, relatando que tenía 17 años de edad cuando ocurrió el secuestro de su madre, por lo cual también padeció mucha incertidumbre y temor por lo que le pudieran hacer.

Afirmó que su padre, Antonio Debernardi, “aportó su granito de arena desde el cielo” para que hoy la Corte haya fallado de esa forma.

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